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Las Colifatas
Mujer contra mujer

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13 de Julio, 2007 · General

Ella quiere a ella. La excusa


Amor a la distancia... ¿Sí o no? Este blog es otro de los medios que encuentra una mujer para demostrarle a la otra...

...30 abriles en mi haber, bien vividos. Una vida "casi normal", la casa alquilada, el auto clase media, un par de perros, dos carreras inconclusas, una más por terminar.

A los 20 años me pasó algo sorprendente: me di cuenta que me gustaban las mujeres. Sorprendente para mí porque todos, pero todos, lo sabían y nadie se había dignado a informarme sobre semejante novedad. Mis primeros pasos fueron tímidos hasta que la ansiedad por encontrar a la mujer con quien construir la casa rosa de mis sueños me llevó a una voragine de historias. Llevo un tiempo buscando a "La Mujer", casi sin recreos, de novia en novia, de decepción en decepción, amores que se evaporan, desilusiones, la mala fama, la buena fama, la felicidad por instantes, los sueños truncados, los proyectos en singular. El ambiente es chico y nos conocemos mucho. Pensé que tiene que haber en algún lugar una media mitad para cada otra mitad. Y cuando tuve la oportunidad, subí en el mapa buscando nuevos horizontes (porque te soy del sur ¿vio?). Nunca, jamás viajé tanto como en estos últimos 3 meses. 1200 km para arriba, 1200 para abajo, cada semana y media... cada dos semanas... cada tres...

Y yo pregunto queridos lectores: ¿Alguien sabe cómo plegar el mapa para achicar distancias?. Los dejo con el relato del momento en el que me enamoré a la Distancia.

¡No sabés lo que me pasó! Venía caminando, con paso largo, como que había dejado la pava en el fuego, ¿viste?, como camino siempre, bah, así, rápido. En eso doblo en una esquina... y creo que ahí fue el problema, porque venía tan apurada que me parece que algo siguió de largo con el envión. Yo sentí que se desprendía de mi cuerpo, que se arrancaba de mis entrañas, que me quedaba como desnuda en el medio de la calle. Y más cuando te agarra ese vientito de frente, que no es el mismo que el vientito de espalda. Ahí, creo que fue ahí que me di cuenta de que algo se había olvidado de doblar conmigo. ¿Y podés creer? Eran Las Defensas. Desde ese momento peste que anda volando, peste que me pesco. Tuve de todo. Y mirá que tipa sana como yo no hay dos. Pero bueno, ahí nomás, a mitad de cuadra, cuando todavía seguía mirando para atrás para ver si Las Defensas se avivaban y pegaban la vuelta para alcanzarme… Porque yo no iba a volver, ¿eh? con todas las cosas que tengo que hacer, las responsabilidades, los problemas que les tengo que solucionar, el apuro de llegar… Bué, a mitad de cuadra pisé un pañuelo, una carilina, ¿y podés creer?, yo sentí, pero te juro que sentí como me subían los bichos por las piernas. Hice dos pasos y estornudé. ¿Qué mejor prueba? ¡Claro, si me había engripado!. Ahí dudé, dije “¿Y si vuelvo a buscarlas?. Muy lejos no habrán ido, ¿no?. ¿Y si las encontró alguien y se las puso?. ¿Cómo las distingo?” Porque sinceramente: serán mías pero nunca les presté suficiente atención… con tanto apuro, tantas cosas por hacer, ¿mirá si me voy a fijar en las particularidades de mis defensas?. Y ponele que las presienta… porque no te dije, tengo el don, nací así, con un séptimo sentido… pero ponele que perciba que las tiene alguien, ¿qué le digo? “Ché, vos, devolveme mis defensas”. Va a pensar que lo estuve espiando, que lo ando observando, mirá que me voy a meter en semejante privacidad. Entonces seguí caminando a paso largo esperando que algún otro apurado hubiera desparramado sus Defensas en otra esquina, en la parada de subte… ¿Quién sabe? Alguno que se haya subido cuando el subte ya partía. Se le cerró la puerta antes de que subieran sus Defensas y yo me las apropio. ¿Qué voy a hacer? Si no tienen identidad. ¿Cómo se las devuelvo al dueño?. Y no porque sea mala gente, ¿eh? Pero no voy a llamar a la radio para decir “Se encontraron Defensas en la parada de subte de Ayacucho y Callao. El propietario dirigirse a… mí”. Nooooo, ¡sabés cuantos vienen!. Millones. Me las apropio, les doy un hogar, calidez, contención, resguardo y ellas, claro, están cuando las necesito. Pero la cosa es que desde esa esquina ya no están cuando las necesito. Y fue así como después del pañuelo se me vino el alud de enfermedades. Las tuve todas. No miento. Cuando digo todas es todas. Fijate vos que encaré para la guardia, para que me den un Finagrip o algo por el estilo porque no daba más de la congestión, y cuando entré me di cuenta que en el envión de la esquina también había seguido de largo el Sentido Común. Porque qué papanatas, que sabe a ciencia cierta que carece de defensas se va a meter en el lugar donde co-habitan todos los virus y bacterias que una pueda imaginar. Yo. Me. My. Sin Defensas y sin Sentido Común parada ahí en el medio del torrente de bichos que circulaba por la sala de espera de la clínica. Me dieron el Finagrip, Nastizol cada 8 horas y gárgaras de bicarbonato de sodio. Pero claro eso no servía para el juanete que me contagié cuando entré ni para la condritis. ¡Ahhhh! Esa no la habías oído. No se la deseo a nadie. Y me la contagié ahí adentro, me juego la cabeza. Te explico. La condritis es una enfermedad infecto-contagiosa aguda de carácter endémico epidémico epitelial que se caracteriza por un penetrante dolor entre, sin, sobre, tras las costillas. Muy pero muy parecido al infarto. En realidad es como un desgarro en los cartílagos intercostales. La sensación es la de ser una muñequita umbanda, esas que usan para hacer gualichos, que les clavan las agujitas para hacerte un daño. Magia negra, ¿no? De eso estamos hablando. No se lo deseo a nadie, de todo corazón. Además como el cartílago no tiene la irrigación sanguínea que tiene un músculo tarda semanas en curarse. ¡Qué digo semanas! Meses, años. A veces se hace crónico, que es lo que lamentablemente me pasó a mí. No me sorprende, en realidad todo se me hace crónico. Es decir, voy a ser condrítica de por vida. El problema es que ese dolor en el pecho, agudo, punzante, que se distribuye por esta zona y después te recorre el brazo, así, como acupuntura interna, te lleva a pensar que te está agarrando un infarto. Y te pasa lo que a mí. Ataques de pánico. Seguro que también me los contagié esa vuelta en la guardia después de haber perdido las defensas. Y el pánico te entra en el momento menos pensado. Al principio viene con la condritis pero después te interrumpe en las situaciones más insólitas. Cuando menos te lo esperás. Cuando menos quisieras. En esos momentos en los que decís “No, por favor, que no me agarre justo ahora, que no me agarre”. Y cuanto más pensás, más te viene. No te digo, una vez estaba a punto… vos entendés… a ver, cómo te explico. El momento soñado, el momento esperado, en el que estuviste pensando en la cena, mientras tomabas el vinito, cuando escurrías el saquito de té. El momento que ansiabas tanto que llegara que te lavabas los dientes a la velocidad de Flash Gordon, te ponías el camisolín, subías las escaleras… - todo esto pensando “que no me agarre, que no me agarre”- y cuando te cubrías con la sábana, ¡paf! te agarra. Una maldición, no se lo deseo a nadie, ya te dije. Te amarga la noche, te pincha los planes. ¡Y andá a explicar que es un pico de ansiedad. Piensan que estás nerviosa, que es tu primera vez o lo que es peor que te enamoraste en dos segundos… Pero yo, como tengo el don, percibo cada vez que me voy a morir, ¿entendés?. Entonces hago un ejercicio que se llama “No, Mechi, no te vas a morir”. Consiste en utilizar todo el poder del hipotálamo para autoconvencerte a través de la concentración, ¿de que? De que no te vas a morir, claro. Y lo matizo con masajes en los pies, respiración profunda y pausada, la pose del león de yoga y un té de tilo. Por las dudas de que los ejercicios no sean suficientes para frenar el inminente ataque de pánico, me clavo un clonazepán de 2 miligramos. Si te digo la verdad te miento. Nada de esto funciona. Las palpitaciones me suben a 120, el corazón me rebalsa por la garganta, se me agarrotan todos los músculos del trapecista. Entonces saco un as de la manga, la agenda de teléfono. Busco en la D, de doctores, pero imaginate, hasta que llego a la P del locólogo acumulé 10 gramos más de ansiedad. Decí que se llama Julio y no Víctor. El tema es que lo llamo, sea la hora que sea, y fijate que cuando te digo que tengo el don no te miento, ¿eh? Porque él cuando me atiende ya sabe todo lo que me pasa. Se lo transmito telepáticamente mientras disco. Levanta el tubo y me dice: “Mechi, 2 miligramos”. Ni hola, me dice, para ganar tiempo. Y ahí, en ese momento, me agarra una paz que ni te explico. Me bajan a 70, me tranquilizo y ya me puedo empezar a preocupar por las otras enfermedades. ¿Vos podés creer?. Tengo otra agenda con las enfermedades y los medicamentos. A mí no me va a agarrar desprevenida. Te las conozco a todas. Las que no tuve seguro las voy a tener y más vale estar preparada.

Bueno, eso pensaba hasta ayer o mejor dicho hasta la semana pasada. Resulta que me estaba escapando de una psicosis masiva docente por el incremento del sueldo – porque sé que me la pego, si estoy cerca, me la pego – y me fui de vacaciones. “Ay – dirás vos – la Mechi de vacaciones… ésta en vez de ropa empaca remedios”. Y sí, para qué te voy a mentir. Pero con tal de no ser parte de la epidemia de los maestros me fui. Y fijate vos lo que me pasa. Me escapo de una y se me pega otra. ¡Te lo juro! ¡Y no va que me la agarro a 1000 km de mi casa! No me vas a creer pero decime, ¿justo a mí me tiene que pasar?. Sí, en el medio del viaje, sin Defensas ni Sentido Común me agarró un enamoramiento que ni te explico. La peor, ¿qué digo? La requete peor que me podría haber contagiado. Porque vos y yo sabemos que en la valijita no tenía ningún remedio para el Enamoramiento. Y en esta oportunidad el don no me funcionó. Eso fue catastrófico: ni con mis sentidos paranormales me percaté de que la estaba incubando. ¡Cuatro días en los que el Enamoramiento se me metió silencioso, sin dar ni un síntoma, en las cavidades más recónditas de todo mi cuerpo! En fin, la noche del cuarto día floreció y cuando me di cuenta somaticé todo el listado de la agenda de enfermedades y mi cuerpo se volvió una vorágine de síntomas: pataleta al hígado, dolor de cabeza, gastritis, nudo en la garganta, presión de oídos, cosquillas en la panza, tic nervioso en el juanete, sudoración fría, tembleque de miembros inferiores… ¿sigo?. Vos sabés de lo que te estoy hablando. Entonces pegué la vuelta, convencida que debía regresar a buscar mi Sentido Común para entender, racionalmente, la dificultad de llevar un amor a la distancia. Y cuando me hube aquí, ¿podés creer?, me di cuenta que me importaban un pito las Defensas, el Sentido Común, y todo lo que había perdido en esa esquina. Lo único que espero es toparme a la vuelta de la cuadra con el Permiso y el Coraje para volver a mi viaje y guardarnos en cuarentena de Enamoramiento.

publicado por malalasur a las 22:31 · 1 Comentario  ·  Recomendar
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Comentarios (1) ·  Enviar comentario
Hola Malala, muy bueno el cuento, super creativo; evidentemente a la distancia o no, esa mujer te mueve. Te deseo lo mejor y lo único qu puedo recomendarte es que alguna de las dos se mude. El amor es más fuerte.
publicado por Arlequín, el 18.07.2007 16:33
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